Ser padres y madres es una actividad que conlleva una enorme responsabilidad que, además, viene con una dificultad añadida: nadie nos enseñó cómo debemos hacerlo. En ese sentido, la tarea de educar a nuestros hijos e hijas supone un proceso de aprendizaje lleno de momentos gratificantes pero también de dudas, confusión y, de vez en cuando, un poco de estrés.
Todos nos proponemos ser los mejores padres y madres posibles. Podríamos preguntarnos entonces: ¿Quiénes pueden ser considerados unos buenos padres y madres? En principio, podemos decir que son aquellos que con sus decisiones cotidianas ayudan a sus hijos a desarrollarse de forma autónoma y plena. Y esto supone:
- Ofrecerles atención, dando respuesta a su necesidad de amor, calidez y seguridad.
- Establecer rutinas y darles orientación, porque esas rutinas predecibles y el establecimiento de los límites necesarios les aportan seguridad.
- Reconocerlos, escuchándolos y valorando cada pequeño paso que van dando en su evolución.
- Potenciar su sentimiento de competencia, porque eso favorece la autoestima, el control y la autonomía personal.
- Educarlos sin violencia, excluyendo cualquier forma de castigo físico o psicológico.
Ante todo, es fundamental conocer a nuestros hijos e hijas, entender por qué hacen lo que hacen en el momento evolutivo en que se encuentran, y saber de qué forma podemos ayudarles a desarrollar sus capacidades y habilidades en cada momento de la vida. En este apartado hacemos una descripción detallada de la evolución física y psicológica de los niños y niñas en las distintas etapas que van atravesando en sus tres primeros años de vida, un momento muy importante en el desarrollo de su cuerpo y de su personalidad.