La alimentación es una de las necesidades básicas para la vida y un derecho inalienable de todas las personas. Pero el acto de comer es mucho más que alimentarse: es un momento de comunicación, de transmisión de tradiciones y cultura y, también, de transferencia de afecto y enriquecimiento de los vínculos.
Compartir los alimentos con otros es una actividad humana con muchos e importantes significados. Uno de ellos es integrarse a la familia, dar y recibir afecto, sentirse valioso para los demás y comunicarse.
Además, en la mesa, como en otros lugares y momentos, los niños y las niñas aprenden con el ejemplo. No sólo están aprendiendo a comer, sino el hábito de la alimentación, el placer de disfrutar con la familia nuevas conductas que deben desarrollar, como compartir, esperar, usar los cubiertos y el vaso, etc.
Los animales comen lo que la naturaleza les proporciona tal y como lo encuentran: pasto, frutos, una presa que cazaron, etcétera. En cambio, los seres humanos agregamos un valor adicional: encendemos fuego, cocinamos los alimentos, los preparamos, los condimentamos, los combinamos de distinta manera, y algo muy especial que nos distingue: hablamos y conversamos mientras realizamos estas acciones. Esto en nuestra cultura es conocido como un ritual.
Los rituales son situaciones que se repiten cotidianamente. Permiten saber qué va a pasar y principalmente crean seguridad. Este aspecto es sumamente importante durante la crianza de nuestros hijos: crearles ambientes de seguridad. Preparar la comida es uno de esos rituales relacionados con nuestra cultura, y puede convertirse en un excelente momento para compartir cosas con los más pequeños y fortalecer las relaciones familiares. Para conseguirlo, enumeramos algunas ideas que se pueden poner en práctica a la hora de preparar la comida con los niños y niñas:
Cuando los padres, abuelos o cuidadores tengan prisa y no haya tiempo para este tipo de conversaciones es mejor decirlo, explicarles que en ese momento no pueden hacerlo y proponerles que hagan otra cosa. Si explicamos a los niños qué nos sucede, seguramente ellos lo entenderán; si les gritamos o tenemos actitudes de desprecio ellos sufren y no comprenden qué está sucediendo.
Al ofrecerles la comida a los más pequeños es muy importante la manera en la que lo hacemos: el tono de voz, las formas e incluso nuestro estado de ánimo. No es lo mismo tirar la comida en un plato sin mirar a los niños, que hacerlo cariñosamente en un clima de confianza, amor y seguridad.
Un clima de tensión intranquiliza y asusta, y puede desanimar a los niños a comer. En cambio, una actitud afectuosa puede estimular el apetito y también nos ayuda a mejorar nuestra relación con ellos. Todos los niños y las niñas necesitan que les miren, que les hablen y que alguien comprenda si ya no quieren comer más o si la comida está muy caliente o muy fría. El modo en que ofrecemos la comida es fundamental para que los más pequeños se sientan cuidados y con la seguridad suficiente para aceptar los nuevos alimentos que vamos incorporando en su alimentación.
La etapa de inicio de la alimentación es sumamente importante, porque los niños van creando sus hábitos y el gusto por los alimentos. Si un niño/a pequeño/a come por primera vez arroz muy caliente y se quema, entonces le quedará asociado el arroz con el dolor y probablemente no disfrute las próximas ocasiones que coma este alimento. Del mismo modo, si es la primera vez que come una fruta y la encuentra jugosa, dulce y puede tocarla y explorarla, esa fruta la asociará con una sensación placentera.
Los bebés y niños pequeños tienen que comer ayudados por adultos. Deben sentarse uno frente al otro, mostrarle al niño la comida, ofrecerla y esperar a que la trague para ofrecerle nuevamente. En los primeros meses de vida es mejor que los momentos de la comida sean íntimos entre el niño y la madre, o quien lo cuide. A partir del año de edad, lo más recomendable es que el niño coma con el grupo familiar porque eso le permitirá:
Comiendo acompañados, los niños comen mejor. Cuando el adulto lo atiende personalmente puede ayudarlo si lo necesita, servirle si quiere más, acomodarlo en su silla si no está cómodo. Los niños y niñas que comen con otros niños y adultos aprenden y socializan sus conductas, imitan y ven lo que comen los otros, cuánto y cómo.
Sabemos que no siempre existe la posibilidad de comer todos juntos, pero es importante que en algún momento del día puedan hacerlo. Si se está atravesando una situación de conflicto o crisis en la familia y no es posible comer en un ambiente de tranquilidad y seguridad, es recomendable que los niños coman en otro momento o en la casa de algún familiar cercano o cuidador con quien se siente cómodo.
El cariño de los adultos a la hora de comer estimula y fortalece la relación con los más pequeños de la familia.