En las últimas décadas, se ha producido en España un aumento significativo de los casos de personas afectadas por anorexia y bulimia, los dos trastornos de la conducta alimentaria (TCA) más conocidos.
Estas enfermedades suelen afectar principalmente a jóvenes de entre 15 y 24 años, y en la mayor parte de los casos mujeres. Pero nadie, ni hombres ni mujeres, ni jóvenes ni adultos, está exento de verse afectado por estos trastornos. Y lo que es peor: estos trastornos se están haciendo presentes cada vez a edades más tempranas, incluso entre pre-adolescentes.
Una de las causas principales de esta situación es el culto a la belleza de nuestra sociedad, en la que la delgadez se ha convertido en uno de los atributos más valiosos. En muchos casos, la preocupación por el aspecto físico llega a convertirse en una obsesión que gobierna la vida personal y social, y lleva a la persona a probar todo tipo de estrategias (ejercicios, dietas, masajes, cremas para adelgazar, consultas a especialistas) con tal de alcanzar ese ideal. Cuidar el cuerpo se confunde con perder kilos.
Aunque habitualmente se los mencione juntos, la bulimia y la anorexia tienen algunas particularidades que vale la pena precisar.
La bulimia, literalmente “hambre de buey”, se caracteriza por "atracones" recurrentes (ingestas descontroladas de alimentos en un corto período de tiempo), que son compensados luego por alguna conducta inapropiada dirigida a no ganar peso, como provocarse vómitos; consumir laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayunar o realizar ejercicio físico en exceso.
La anorexia es una alteración de la percepción que una persona tiene de su propia imagen, que le hace sentir un miedo intenso a ganar peso o convertirse en una persona obesa, incluso estando por debajo del peso normal. Para evitar el aumento de peso, las reacciones más frecuentes son realizarse regularmente atracones y purgas (como en la bulimia) o directamente reducir la ingesta de alimentos.
Más allá de sus características particulares, los factores que originan la bulimia y la anorexia son similares. Entre ellos, podemos mencionar:
Tanto la bulimia como la anorexia son alteraciones psicológicas que pueden generar repercusiones biológicas y fisiológicas de diversa gravedad, entre las que se encuentran:
La familia tiene un rol fundamental en la detección temprana de estos trastornos. Aunque cada caso tiene sus particularidades, hay algunos comportamientos y actitudes que deben encender las alarmas y llevarnos a prestar más atención a nuestros hijos e hijas. Estas actitudes y comportamientos son:
La familia tiene un rol fundamental en la prevención, la detección y el tratamiento de estos trastornos. Si creemos que algún familiar o amigo está padeciendo un problema de este tipo, es fundamental hablarlo directamente con él o ella. Muchas veces, la persona afectada y la propia familia son conscientes de que está ocurriendo algo anormal, pero no hablan de ello o niegan que pueda representar un problema.
La familia puede ser un excelente agente de prevención. La adolescencia suele ser un período conflictivo de la vida, por lo que la clave es estar atento a los comportamientos de los hijos e hijas. Esto supone no sólo atender a sus hábitos alimentarios, sino conocer sus preocupaciones, dar importancia a sus comentarios y facilitar la expresión de sus sentimientos. También es muy importante formar a nuestros hijos e hijas para que desarrollen valores propios y se acepten tal como son, para que la imagen corporal no termine siendo un problema.
Familia y amigos tienen también una labor fundamental durante el tratamiento, haciendo el seguimiento de las indicaciones de los profesionales de la salud –por ejemplo, en el desarrollo de hábitos alimentarios correctos -, informando de cualquier recaída, y mostrando cariño y aceptación a la persona que padece la enfermedad.
El asesoramiento externo es muy importante para la persona afectada y su familia. Es fundamental la consulta a profesionales de la salud idóneos (médicos, terapeutas nutricionales y psicólogos), muchos de ellos integrados en equipos multidisciplinares y unidades específicas de tratamiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria en centros sanitarios públicos. El apoyo de asociaciones y grupos de ayuda, formadas por profesionales especializados y familiares de pacientes, también suelen ser fundamentales para empezar a resolver el problema.