Aunque hay algunos casos en el que la obesidad está provocada por factores metabólicos genéticos, heredados de los padres y madres, en la mayoría de los casos el exceso de peso de los niños y niñas está relacionado con los estilos de vida y, en concreto, con los hábitos de nutrición y de actividad física.
El mantenimiento del peso corporal surge del equilibrio entre las energías ingeridas (alimentación) y las consumidas en las actividades cotidianas (actividad física). En esa lógica, la obesidad es consecuencia de una ingesta de energías superior a la que los niños y niñas utilizan a lo largo del día en sus distintas actividades escolares, familiares y de ocio y juego.
En los últimos veinte años se han producido dos cambios simultáneos en nuestro estilo de vida que explican en gran parte este aumento de la obesidad: por un lado, consumimos cada vez más alimentos que tienen un alto valor energético y, al mismo tiempo, a lo largo del día nos movemos menos que antes y en consecuencia gastamos menos energía. En resumen, nuestros niños y niñas comen peor, con alimentos que nos aportan más energía, y se mueven menos, lo que hace que el exceso de energía se vaya acumulando en forma de grasa corporal.
La obesidad infantil tiene consecuencias inmediatas y futuras en la salud de los más pequeños. En lo inmediato, los niños y niñas obesos pueden padecer dos tipos de consecuencias:
A más largo plazo, los niños y niñas obesos están incrementando los riesgos de padecer en la adultez o la vejez una larga lista de patologías, entre las que se encuentran:
La OMS estima que tres de cada cuatro niños que son obesos entre los 10 y los 12 años también lo serán cuando sean adultos. Los niños obesos del presente son, con una alta probabilidad, los enfermos del futuro.
En la vida cotidiana de los niños y niñas españoles encontramos una larga lista de hábitos que explican el aumento de la obesidad.
En materia de alimentación, podemos enumerar:
En cuanto a la actividad física, se evidencia una pérdida progresiva de la práctica de actividad física en la infancia y la adolescencia, que se manifiesta en:
El principal consejo para la familia, especialmente para los padres y las madres, es predicar con el ejemplo. Nuestros hijos e hijas nos tienen como una referencia, y la mayoría de las veces no hacen más que repetir nuestras costumbres y hábitos.
Esto quiere decir que si nosotros adoptamos hábitos saludables, como alimentarnos de forma equilibrada y realizar actividad física con regularidad, es altamente probable que nuestros hijos e hijas también incorporen esas costumbres en su día a día.
Aunque las estadísticas no son alentadoras, tenemos una buena noticia: salvo los determinantes genéticos, todos los demás factores que originan la obesidad infantil son modificables porque se relacionan con hábitos que hemos adquirido y que, si nos lo proponemos, podemos cambiar.
Es indispensable que la familia se involucre activamente en el cuidado de la salud de los más pequeños, fomentado la adopción de hábitos saludables en materia de alimentación y actividad física.